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Akerbeltz

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Akerbeltz

Acrílico, pastel y carboncillo sobre tabla

El Akerbeltz es una deidad ancestral presente en zonas de habla euskera.

 

Suele tomar la forma de un chivo negro de gran tamaño, con poderes mágicos, que habita en el inframundo (el subsuelo, plagado de númenes, tesoros y peligros y hogar de los muertos). Sale a la superficie a través de las cavernas, muchas de ellas antiguos enterramientos prehistóricos.

 

Presenta ciertos aspectos comunes con Mari, la diosa suprema de la mitología vasca, por lo que se piensa que en algún momento pudo ser interpretado como sucedáneo o sirviente de esta. Los pastores sabían que los carneros eran su ofrenda favorita. En algunas leyendas aparece como cabezal de su cama, mientras que en otras Mari usa sus cuernos como devanadera en sus labores de hilado.

 

Tiene facultades curativas. Su influencia benéfica sobre el ganado y los animales era tal que en todos los rebaños vascos se incluía un macho cabrío de pelaje negro, como tótem o pseudorrepresentación de este dios para que sirviera de protección al resto de animales, tanto de daños físicos como de enfermedades.

 

También se le atribuyen poderes relacionados con la fecundidad y la abundancia, lo cual no es de extrañar, ya que en un rebaño promedio un solo macho cubre a unas veinte o treinta cabras, y el nacimiento de los consecuentes cabritos daría leche, carne y riqueza a la comunidad.

 

Los rituales de fertilidad y renovación de la naturaleza se siguieron realizando hasta bien avanzado el proceso de industrialización. Los antropólogos creen que parte de ellos consistían en adornar a un macho cabrío negro con flores, bailar en torno a él y ofrecerle pan, huevos y dinero. Las festividades solían acabar en un gran banquete donde se asaba al animal y se repartía su carne entre la colectividad.

 

Cultos y ceremonias similares tenían lugar en toda Europa y el Mediterráneo. Su huella e importancia ha quedado reflejada en los mitos que han llegado hasta nosotros (el dios Pan, las cabras de Thor…). En la antigüedad se consideraba a los carneros como mensajeros de las divinidades, intercesores entre dioses y hombres. Por ello eran un sacrificio muy habitual en templos, santuarios y rituales funerarios. Barandiarán llega a apuntar que la palabra «Akerbeltz» puede venir de un numen pirenaico antecristiano llamado «Aherbelste».

 

Con el paso del tiempo y como parte del proceso de cristianización del territorio, muchas de estas actuaciones habían perdido su significado original y se hacían por tradición, o quizás como parte de un movimiento social clandestino que se oponía a la nueva religión y a la organización social oficial.

 

Algunos integrantes de la iglesia católica, muy influenciados por las cacerías de brujas europeas, vieron en estas festividades actos claros de vasallaje al Diablo. Este proceso concluyó en el famoso juicio a las brujas de Zugarramurdi (Navarra), donde se vinculó para siempre la figura del gran cabrón negro a Satanás. De hecho, «akelarre» significa «prado del macho cabrío», ya que era en la explanada delante de la cueva de la zona donde se realizaban las reuniones para este tipo de rituales y que a partir de este juicio pasó a denominar en el lenguaje popular «reunión de brujas para adorar al Demonio».

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El Akerbeltz aparece bajo su forma habitual de gran macho cabrío de pelaje negro. Como modelo hemos cogido un ejemplar de la raza típica del País Vasco, la azpi gorri (cuya traducción al castellano viene a significar «con la parte baja de color rojizo», por la tonalidad que llega a adquirir el pelaje en la zona del vientre). Los ojos rojizos llameantes denotan que estamos ante la presencia de un dios. Nos muestra el ano en un gesto irónico que nos sirve de indicativo de la transformación ideológica que sufrió con el devenir de los siglos hasta llegar al acto de vasallaje demoniaco. El personaje se encuentra en un entorno brumoso y ambiguo, lleno de magia y oro como corresponde al inframundo y los peligros que acechan dentro de él.

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Esta pieza se realizó para la exposición Legendaria II, que forma parte del festival de literatura especulativa Sui Generis. Una mirada única a estas historias fascinantes, a través de la interpretación particular de decenas de artistas, investigadores, escritores, guionistas y dramaturgos consagrados. El comité organizador selecciona un mito península Ibérica y se lo dan a un autor y a un artista para que cada uno de su versión del tema sin que el otro sepa qué es lo que va a hacer. Así el público tiene acceso a la historia original, a un nuevo cuento y a una obra original.

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