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Estudio alquímico

Con motivo del 80 aniversario de la muerte de H. P. Lovecraft, la Semana Gótica de Madrid organizó una exposición de arte y bibliofilia en la que participé con la obra Estudio Alquímico.

 

Se trata de cuatro piezas a caballo entre la obra artística y la ilustración, basadas en el relato El alquimista y realizadas con tinta y acuarela sobre papel teñido a mano. 

El proyecto surgió a partir de la pregunta ¿qué pasaría por la mente del protagonista? Un personaje que ha alargado su vida antinaturalmente por un anhelo de venganza, convirtiéndose en un metahumano. ¿Cuáles eran sus pensamientos? ¿Qué aprendió en tantos años de estudios? ¿Cómo serían sus apuntes y notas? Estudio alquímico evolucionó a partir de esa idea hasta convertirse en una pieza de museo de un futuro distópico donde la alquimia no ha sido relegada a tonterías de charlatanes, sino que goza del respeto y la admiración del público. En ella se muestran algunas de las hojas llenas de anotaciones de un relevante alquimista que nos revela las fases de su estudio, su carencia de escrúpulos y sus neurosis. Sus escritos están llenos de los símbolos y del lenguaje críptico propio del gremio, reelaborados por mí a partir de los auténticos, para dotarles de un nuevo significado.

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Pieza 1: “El Árbol del Conocimiento”

 

Para los alquimistas, el árbol simbolizaba la Vida del Cosmos y la inmortalidad. Era una realidad absoluta, una vida sin muerte, de regeneración continua. Habían sincretizado en él diversas creencias de las religiones antiguas, de tal forma que lo veían como centro o eje del universo, que servía para cohesionar mundos (teoría del Yggdrasil y las esferas celestes) y, a través del cual, la naturaleza humana podía ascender y redimirse. Muchas veces se representa sus frutos con connotaciones astrológicas (soles, lunas, planetas). Era el árbol del conocimiento (tal y como aparece en el Génesis y en otras religiones semíticas), cuyos frutos podían cambiar a aquel que los ingiriera, para bien o para mal. Además de los frutos, poseía otro tipo de poderes, como la capacidad de cantar, el estar relacionado con los ángeles, etc. También está vinculado al símbolo de la cruz. Por todo ello cada parte del árbol está relacionada con un elemento de la naturaleza (aire, agua, fuego, tierra) y se decía que la esencia de la planta contenía la hylé o sustancia primordial a partir de la que surgió la vida en el universo. También podía ser un símbolo dual, según la posición en la que fuera representado: el árbol de la Vida (que crece de abajo a arriba) vs. el árbol de la Muerte (que crece al revés).

La serpiente es el símbolo por antonomasia de la energía, de la fuerza pura. Suele asociarse con el árbol. A menudo suele ser protectora de la fuente de la vida, de la inmortalidad, de la sabiduría y de otros tesoros ocultos. También pueden simbolizar las tentaciones y dificultades que tienen que sortear aquellos que quieren obtener el conocimiento supremo y, a raíz de todo esto, ser asociadas al mal. Tienen otros muchos significados, pero yo he utilizado principalmente estos.

En el caso que nos ocupa, he recogido toda esta simbología y la he aunado para construir una nueva imagen de significado ambivalente. Por un lado está el Árbol del Conocimiento, cuyos colores indican el proceso depurativo que se sigue en la alquimia hasta obtener el fruto o piedra filosofal. Pero el camino para obtenerlo no es fácil. Está plagado de peligros y engaños, representados por una serpiente, que se enrosca en torno al tronco formando un laberinto con su cuerpo. Por último, la cabeza de la serpiente es agresiva y violenta. Parece dispuesta a acabar con los frutos dorados. ¿El exceso de conocimiento es bueno o nos convertimos en monstruos para alcanzarlo?

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Pieza 2: “Solve et coagula”

 

En este dibujo puede observarse la fórmula de la Piedra Filosofal: arriba, tal y como la concebían los antiguos alquimistas, como un ciclo vital, y abajo, una especie de desarrollo molecular de la misma.

Los estudiosos de la alquimia llamaban a la búsqueda de la Piedra Filosofal la Magnun Opus ya que, aunque la alquimia nació como una ciencia filosófica-mística destinada a dominar los elementos circundantes de la Naturaleza en general y, en especial los metales, con el tiempo se especializó en intentar transmutar el plomo en oro y en encontrar una medicina que curara de todos los males y diera juventud e inmortalidad al consumidor. Esto se debió a la ingente cantidad de tiempo, dinero y recursos que debían emplear en sus estudios, por lo que es normal los alquimistas intentaran encontrar algún tipo de contraprestación económica.

Como hemos dicho, la alquimia surgió a raíz de la búsqueda de nuevos materiales en las primeras civilizaciones de Oriente Medio. Por ello no es de extrañar que para transmutar metales utilizaran procesos como la calcinación, putrefacción, ablución, solución, destilación, conjugación, sublimación y coagulación o fijación de las propiedades del elemento resultante. En lo referente a metales, empezaban manipulando la materia prima (hierro generalmente), representada por el color negro. De ahí pasaban a obtener el mercurio alquímico de color blanco (nada que ver con el mercurio normal), luego al azufre, simbolizado por el color rojo y, finalmente, el oro. La substancia resultante se describía como una piedra dorada con veteado rojo que, de alguna manera contenía hylé, lo que permitía transmutar los metales y extraer de ella el elixir de la inmortalidad. Recordemos que Lovecraft da a entender en su relato que el alquimista de su historia ha logrado encontrar ambos, lo que le ha permitido consumar su venganza durante siglos. Esto nos lleva otra vez al mismo planteamiento: el conocimiento excesivo y mal utilizado nos transforma en monstruos.

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Pieza 3: Anatomía

 

Esta última hoja está basada en los estudios anatómicos de Leonardo Da Vinci y de Francis Wells, cirujano británico que suele dibujar durante las operaciones con el material quirúrgico y la sangre de sus pacientes a modo de tinta para explicar a sus compañeros la intervención que está realizando. Como se puede apreciar, la tinta empleada tiene un color especial, que sugiere el mismo procedimiento, incluidas las salpicaduras que recorren la hoja.

Gran parte de la ciencia médica y farmacéutica tal y como la conocemos tiene su origen en los experimentos prácticos que llevaron a cabo los alquimistas, entre ellos Paracelso, en busca del remedio para tantas plagas y enfermedades que asolaban los tiempos pasados. De hecho, de ahí deriva la palabra “panacea”, ya que, por ahorrar tiempo y esfuerzo, se buscaba un remedio total o elixir milagroso en lugar de una cura para cada mal.

Para los alquimistas el cuerpo estaba dividido simbólicamente en tres partes: sexo, corazón y cerebro.

Primaba el sexo masculino sobre el femenino, ya que, aunque hubo grandes mujeres alquimistas como María la Judía, el machismo imperante hacía que fueran violentamente rechazadas. De hecho, gran parte de las ideas filosóficas de que la mujer es la dualidad maligna del hombre nacen de aquí. El semen era una sustancia dadora de vida y vinculada con el fuego, el raciocinio y la inteligencia, pero también con las pasiones descontroladas que podían echar a perder al individuo.

El corazón era el centro del cuerpo humano y el órgano más importante, ya que se pensaba que era el contenedor de la vida y del amor y que, por tanto, era el centro del proceso de iluminación y de felicidad.

El cerebro se estimaba en cuanto lugar de residencia de la inteligencia y órgano rector del cuerpo. Teniendo en cuenta la importancia de la jerarquía en el modo de pensar alquímico, no es de extrañar que le reservaran un papel de especial importancia, ya que para ellos la naturaleza sólo se podía dominar con el logos.

Por último, el andrógino es un símbolo sumamente especial en alquimia. Ya hemos remarcado la importancia del pensamiento dual, por lo que es fácil de entender la fascinación que ejercían sobre ellos los andróginos, siameses y demás criaturas consideradas monstruosas. Recordemos que este término no sólo se refiere al sentimiento de horror o extrañeza que provocaban en personas que pensaban que todo debía ser blanco o negro. La existencia de ese camino intermedio hacía que se tambaleara el concepto mismo de la existencia y, por ello, se pensaban que eran portadores de poderes y propiedades extraordinarias: mutantes cambiaformas, poderes de proyección psíquica, etc. Se pensaba que eran un resto del caos primigenio, de la divinidad perdida por los hombres y que, si se experimentaba con ellos, se podría obtener aquello que devolvería al hombre a su estado anterior, casi divino.

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Pieza 4: De symbolis alchimiae

 

En esta ocasión el juego es pensar que esta hoja ha sido extraída de unos apuntes para un tratado de términos y símbolos de la alquimia. Por supuesto, todos los aquí reflejados han sido inventados por mí a partir de otros. El lenguaje utilizado es un latín vulgarizado, una especie de protolengua romance.

El tratado tendría una gran utilidad, pues no olvidemos que, para protegerse del espionaje industrial, los alquimistas desarrollaron un complejo sistema de comunicación en clave que a la larga fue una de las causas de su perdición, ya que al morir cada individuo moría con él las claves de su trabajo y los neófitos perdían décadas en intentar comprender sus teorías antes de poder continuarlas.

Para empezar vemos las palabras “Caos”, “Protohyle” y “substancia primordial”, que son sinónimas, ya que se supone que al principio de los tiempos el mundo estaba sumido en el caos, que no era más que la sustancia primordial o hyle en bruto.

Justo debajo vemos la representación de la “Magnus Opus” o Piedra Filosofal, que contendría la hylé depurada, que otorgaría a su poseedor el “elixir supremo” que da la “vita aeternam”. Conseguirla era un proceso muy difícil, casi imposible, que a veces se denominaba como la “cuadratura” del círculo, siendo el cuadrado la realidad tal y como es, imperfecta, y el círculo con un punto en medio, la piedra propiamente dicha o la perfección alcanzada (alegoría del macrocosmos-microcosmos).

A la izquierda vemos un símbolo de la Piedra Filosofal pero imperfecto, sucio, impuro. Es la “Lux Aeterna Contaminata”, una “visión perversa” del “universo”. Por una parte representa todos los fracasos que tenía que encarar el alquimista en su búsqueda de la Verdad, pero también nos remite al proceso de perversión y maldad en el que puede verse envuelto en su búsqueda.

Junto a esto vemos dos doses, uno de ellos invertido, que representan dos conceptos muy apreciados por los alquimistas: la dualidad de las cosas y la correspondencia. Porque, para ellos, “lo que es arriba es abajo”, precepto heredado del hermetismo y que hoy en día ostentan otras sociedades secretas como los masones o los rosacruces.

Estos conceptos también aparecen en la máscara de Jano, aquella que ve el futuro y el pasado, sólo que en este caso también representa la luz y la oscuridad, arriba y abajo, una forma distinta de ver las cosas.

El asno, en este caso dual, también tiene una amplia vinculación con el mundo esotérico y alquímico. Para ellos representa el “Daemon trinus”, es decir, los tres principios materiales: “mercurio”, “sal”, y “azufre”. Era una alegoría de sabiduría y paciencia, que nada tiene que ver con su significado actual.

Por último, los símbolos circulares del centro y la zona inferior de la hoja representan la Piedra Filosofal, el mundo perfecto que se intentaba conseguir. Como hemos indicado, el círculo grande significaba el macrocosmos y el pequeño punto central el microcosmos, ya que se estimaba que en una pequeña concentración de materia se podía hallar toda la verdad del universo. En una de ellas, la Piedra Filosofal tiene alas de águila, que simbolizan la inteligencia, imaginación, el sacrificio y el viaje que debe realizar el alma y la esencia misma del ser para ser transmutado en algo supremo. El águila es un ave vinculada al fuego y al aire, elementos muy presentes en todos los procesos alquímicos. Aquí quiere ser la elevación del mero mortal a un estadio superior para conseguir, si todo sale bien, la “lux aescendam”, “lux perpetuam” y “alada iustitia”. Como hemos dicho, el círculo está vinculado a otros significados como el orbe del mundo, el sol que ilumina con el fuego de su sabiduría y como el tercer ojo que permite a la mente acceder a una realidad más allá de la tangible.

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